Columna de Miguel Arriagada: «Calles en mal estado»

El problema del deterioro de las calles no es sólo de Curicó, ni de la región, es algo que se está dando en todo Chile. “Eventos” como los llaman, en calles y caminos que no tan solo tienen un impacto negativo en lo económico, sino que también en la calidad de vida de las personas.

Estas condiciones viales incrementan los costos del transporte en general, tanto a vehículos particulares como en el transporte público y a empresas de todos los tamaños, en un contexto donde el parque vehicular ha aumentado considerablemente después de la pandemia.

Esquivar los “eventos” y evitar el dañar los autos, aumenta las probabilidades de un accidente, y si a eso le sumamos todo el tiempo perdido en los tacos, se crea una combinación que afecta gravemente la calidad de vida de quienes habitan las ciudades.

Hoy en día, ya no estamos tan solo enfocados en seguir avanzando en la pavimentación de los caminos, sino que en cómo mantener los miles de kilómetros que se han ido sumando y la infraestructura que acompaña, una tarea para la cual el Estado se ha visto sobrepasado, a pesar de los múltiples esfuerzos de los Gobiernos que han pasado.

Uno de los grandes problemas es que la responsabilidad de mantenimiento de las calles y caminos no está claramente definida entre las diversas instituciones: Gobierno Regional, SERVIU, Municipios, etc. Temas tan relevantes, como es ¿Quién absorbe los costos? ¿Quién generar los proyectos? Falta claridad, información, proactividad, y eso provoca finalmente que las calles estén en mal estado.

Actualmente existen tecnologías que permiten mejorar las condiciones de los caminos, asfalto modificado, el uso de hormigón, señaléticas mejoradas, etc. Y también otras que por ejemplo permiten gestionar y optimizar el tráfico en tiempo real además ocupando inteligencia artificial, las llamadas “carreteras inteligentes”. Existen además nuevas fuentes de energía, e incluso otros medios de transporte más sostenibles para desplazarse dentro de la ciudad.

Sin embargo, todo esto implica costos y decisiones de Estado que deben tomarse, especialmente en lo que respecta a la planificación urbana y el transporte público. Los problemas en estas políticas generan consecuencias como el aumento en los tiempos de viaje, mayor consumo de combustible, incremento de accidentes, contaminación ambiental y otros efectos negativos derivados de no contar con una infraestructura adecuada.

Después de lo expuesto, es válido preguntarnos ¿se puede solucionar este problema? Definitivamente, sí. ¿cómo? creando coordinación entre las distintas instituciones y estableciendo claramente las responsabilidades de cada una para usar eficientemente los recursos.

Se tiene que recordar que Chile invierte aproximadamente un 3% del PIB en infraestructura vial y a su vez sin aumento de la movilidad no hay un aumento en el PIB. Esto requiere mayor inversión y más y mejor gestión de los proyectos, dado que se evidencia que las vías se están envejeciendo considerablemente.

Cuando Chile recién partió con todas las pavimentaciones y carreteras, se hizo una gran inversión lo cual fue un golpe fuerte para la economía del país, pero también hay que recordar que después produjo un crecimiento económico significativo.